La Vida de un Emigrante Cubano.


  Pasarían 3 años de mi añorada partida de mi pueblecito querido para darme cuenta lo tanto que extrañaba sus 2 parques, mi Iglesia, la gente, en fin todo todo.

  Nunca imaginé que mis más grandes deseos de escapar de aquella tierra sin futuro me iba a clavar en el fondo de mi alma ese anhelo fuerte y ese deseo que te quema por dentro de volver a recorrer sus calles, visitar los lugares que tantas veces de recorrerlos ya aburrían mis ojos y mi mente de grabarlos en aquel entonces . ¿Quien me iba a decir que Yo, un muchachito de 19 años, poblano fuera a desear con tanto furor poder respirar ese olor a hierba mojada? Esos compuestos químicos naturales entre tierra acabada de labrar y una » guardarraya » polvorienta que te nubla los ojos de la tierra más roja y pegajosa que hasta ayer, todavía la limpiaba detrás de mis calcañales, el canto de los pájaros sabaneros y esa humedad que brota de la hierba al lado de la carretera. Es fácil sacar al guajiro del campo pero no el campo del guajiro. 

  Llega el avión y mi corazón palpita a una velocidad insostenible. Mi mente como una computadora empieza a formar imágenes de cómo será el encuentro con mis amigos y familiares. ¿Qué les diré de mí, que me preguntan? Todo pasa tan rápido que ya al salir de ese tubo de aluminio con ventanas y alas empieza mi historia un poco distinta a como me la imagina.

  Me dirijo caminando hacia el interior del aeropuerto y como una brusca metamorfosis me encuentro en un mundo distinto a como yo lo dejé. Al menos eso me sorprendió que ya no me acordaba lo poco iluminado y bien deteriorado que se veía la terminal 2 del José Martí. Talvez siempre fue así pero como yo lo visité en su interior solamente una vez cuando mi partida. De seguro las lágrimas de mis ojos en aquel entonces entre alegría y tristeza no me dejaron apreciar dicha sala. No les voy a contar mi «Odisea en la aduana» porque eso es tema para otra historia.

  Salgo de allí y ya camino a mi tierra bien al atardecer me deslumbró un poco mi verde, ese verde típico de un atardecer con su suave brisa, esa sí era la misma que me abrazaba la cara y llenaban mis pulmones. Ahora sí creo que el cielo de Cuba es único y los atardeceres son más brillantes y hermosos.

  Ahora llega la parte que me entristece más de mi historia. Llego a mi pueblito casi entre dos luces como decimos en Cuba, no distingo bien entre la casi noche y la poca iluminación de sus estrechas calles. El tiempo empieza a reducir su velocidad y me resulta imposible que dentro de mí se despierta esa sensación que hacía 3 años había dejado de sufrir y fue una de las tantas razones por las que emigré. Rápidamente veo frente a mí esos dos parques que tanto añoraba y me encuentro con la penumbra de un bosque desolado oscuro y nada alegre. La Iglesia la veo muy chica y apagada, bueno ha de ser por el horario, no sé. 

  ¿Porqué veo todo sucio y oscuro? ¿Qué pasó aquí? – pregunté, y la respuesta: ¡Nada ha cambiado desde que te fuiste! Esto sigue igual o peor que cuando te marchaste.

  No sé que me imaginé encontrar sabiendo que mi partida fue precisamente por la carencia de todo en esa tierra, pero las ansias de regresar me segaron y me hicieron olvidar que nada allá prospera mientras ese sistema esté implantado.

  Pasó la semana y después de tantos abrazos y besos de gente que extrañaba y quiero me doy cuenta que ya no encajaba en ese pueblo que me vió nacer y crecer. Que angustia sentía y un remordimiento hacia mí. ¿Porqué si mis deseos de regresar eran tan Fuertes? En menos de una semana ya no me sentía de allí. ¿Qué me hizo el exilio? Ya mi mente me exigía regresarme, no me adapto ver compañeros de clase acabados y destruidos por la mala alimentación, esa misma que tanto yo añoraba su sabor y que al no ser por mis dólares no puedo disfrutar plenamente. ¿Como en un pueblo tan productor de viandas y frutas no podía encontrar solo la fruta de estación que en ese momento había (guayabas) y boniatos y col?  

  Lo que antes para mí era normal ahora debido al exilio ya no me gustaba ni verlo. Personas de la tercera edad  desnutridos y tristes por la falta de recursos, gente que toda mi vida los observé levantarse de madrugada e ir a trabajar de sol a sol y ahora ancianos, la pensión no les alcanza ni para mitad de mes. Ustedes dirán: ¡ Ahh de que hablas si eso siempre lo viste! Si es verdad pero no me digan ustedes que con 19 años o menos tú pensabas en eso. Yo lo empecé analizar después que llegó a un país donde hasta enfermarse es un lujo, si es muy lindo en modernización, educación, economía, etc…. Pero nadie me explicó que para amarlo tanto como lo hago ahora y extrañar hasta sus cosas más locas, tenía que regresar a Cuba y comparar.

  Se me vencen las 2 semanas y después de otra triste despedida en ese mismo saloncito de la aduana me subo al avión con ese corazón arrugado pero firme de apreciar y darme cuenta que esa decisión de aquel entonces si fue la correcta. Llego a mi casa y si me siento como tal en ella. Hasta el agua de la ducha me sabe a delicia por mi cuerpo y todo vuelve a la normalidad. 

  Ya desde esa primera visita han pasado más de 13 años y les aseguro que de saber que me sentiría más a gusto aquí como estoy ahora en libertad de hacer todo lo que puedo y me propongo, saber que tengo unas leyes que me protegen, un futuro para mis hijos y nietos. Una mente saludable y más abierta hizo que no me sintiera extranjero en esta gran nació. 

  Para concluir mi anécdota, les aseguro que no siempre funciona el dicho: nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Si perdí mucho al dejar mi patria, pero gané mucho en madurez, libertad y sobretodo en opciones para mi vida. Yo sé que fuera de Cuba  seré lo que me proponga y solo yo pondré barreras y obstáculos a mis sueños. Todo es posible si te lo propones en un lugar con democracia y libertad. Nada que no se pueda resolver en Cuba siempre y cuando luchemos por un pluripartidismo y derechos humanos. 

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